Afinando el coxis

El mes pasado te pedí que hicieras el ejercicio de ponerte delante de un espejo y que observaras cómo eres ¿Qué descubriste? ¿Qué decía esa imagen de ti?

Este mes quiero conectarte con una de tus partes todavía más profundas, con la bonita metáfora que ello conlleva. Estamos ya en otoño, momento en el cual el cuerpo va adaptándose a los cambios: menos horas de luz solar, los colores de la ropa en otoño son un pelín más apagados, empieza a hacer más fresquito y no apetece tanto salir de casa, nos aislamos un poco más socialmente y a veces incluso sin saber cómo ni por qué motivo, sentimos más las sensaciones de soledad. Te propongo transformar este inicio de melancolía e introspección en una oportunidad única de conseguir algo maravilloso para la melodía de tu vida.

¿Sabías que el extremo inferior o final de tu espina vertebral se llamaba coxis (Cóccix)? En lenguaje coloquial se le conoce como la rabadilla. Es un hueso pequeño formado por cuatro vértebras soldadas entre sí a continuación del sacro. En una columna vertebral equilibrada el hundimiento lumbar (lordosis) es suave. Esta concavidad la forman las vértebras lumbares y el hueso sacro, quedando rematada por el coxis, cuya dirección es opuesta al sacro, desapareciendo o entrando entre las nalgas. Pero como hemos comentado en artículos anteriores, nuestro exceso de estrés y tensión muscular puede llevarnos a una hiperlordosis y entonces el coxis, en lugar de desaparecer entre las nalgas, se ve traccionado hacia fuera, apuntando hacia los talones de los pies. Esta desviación del coxis hacia atrás producida por la curvatura excesiva de la cintura, hará que su punta roce siempre contra cualquier superficie donde se acomoden las nalgas, sea en el suelo, en una silla o contra la pared. Este roce del coxis es causa de muchos dolores y serios problemas estructurales, de equilibrio y emocionales. Es como tener el instrumento musical desafinado y entonces la melodía de nuestra vida no termina de sonar de manera armónica. Lo que seguramente no sabes es que el coxis es tu caja de resonancia. Una vez Alfred Tomatis hizo un experimento colocando un vibrador en el cráneo de unas mujeres embarazadas y les pidió que pronunciaran la vocal “i” delante de un micrófono. Un acelerómetro colocado en el hueso del coxis se encargaba de recuperar las vibraciones del captador y analizarlas frecuencia a frecuencia. Se dio cuenta, gracias al analizador, de que todas las armonías del sonido fundamental se volvían a encontrar en el hueso del coxis perfectamente a 1500 Htz. Llegó a la conclusión de que solo la conducción ósea, cuyo recorrido va desde la laringe hasta el coxis, pasando por la columna vertebral, puede explicar esa conservación de los sonidos agudos de la voz materna.

Ahora que acabas de descubrir que tu coxis forma una caja de resonancia ¿Te gustaría aprender a afinarlo?

Vamos a hacerlo juntas, con mucho tacto y profesionalidad como hacen los buenos músicos con sus instrumentos. Pero antes de empezar, debes seguir estos 10 sencillos pasos:

  • Pon en el suelo una manta doblada, simulando un lecho blando y acogedor.
  • Lleva puesta ropa holgada y la cintura del pantalón flexible para poder deslizar los brazos sin dificultades por su interior
  • Necesitarás una almohada para la cabeza y otra para poner entre las rodillas
  • Túmbate del lado derecho, en posición fetal, con las rodillas hacia el pecho y la almohada en medio de las piernas.
  • La otra almohada va debajo de la cabeza, en la región temporal, es decir, desde la oreja hacia arriba.
  • Toda la columna vertebral debe quedar perfectamente horizontal al suelo.
  • El brazo derecho, alargado por el suelo y el hombro tirado un pelín hacia delante para no chafarlo.
  • El brazo izquierdo encima del cuerpo, con el codo en la cintura y la mano plana en la cadera.
  • Debes quedarte en forma de media luna, como en el feto materno, bajando un pelín la nariz y subiendo ligeramente el pubis, los dos hacia el tórax.
  • Mandíbula suelta y mirada tranquila y horizontal en relación al suelo.

Una vez colocada adecuadamente, tómatelo como una meditación contigo misma. Intenta estar sola y para tu cuerpo, sin interferencias mentales.

Deja tu mente en reposo, aparcada, para favorecer el encuentro con tus sensaciones corporales. Sigue los recorridos de tu respiración hasta que ésta sea suave y alargada en la exhalación. Cuando sea amplia, profunda y con sonido, será el momento de empezar a afinar el instrumento.

Primeramente, con la mano que tienes apoyada en la cadera entra en contacto directo con tu sacro para situarte bien al fin de tu columna vertebral. Palpa y toca suavemente el hueso sacro (hueso sagrado) hasta encontrar sus conexiones con la quinta vértebra lumbar por arriba, con la pelvis por los lados, y luego con el coxis por abajo. Ahora contacta con el coxis con paciencia, buscando con los dedos, su forma y su dirección. Aprovecha la información que te dan tus dedos para  tomar consciencia de su posición, su orientación, su dimensión, su sensibilidad y su temperatura. No pienses en tu coxis, siéntelo.

A continuación, con mucha calma, y utilizando como herramienta la respiración hacia fuera, ves pasando tus dedos por las juntas del coxis con el sacro, con los músculos del suelo pélvico, con los glúteos, separando y despegando sus inserciones. No te dé reparo penetrar con tus dedos en los puntos más resistentes y cuando encuentres algún viejo dolor oculto entre las profundidades del coxis, respira más fuertemente hacia fuera. Sin variar la postura, descansa el brazo colocándolo como antes y suspira varias veces (toma consciencia de que en cada suspiro reduces a cenizas y expulsas fuera del cuerpo una gran oleada de dolor y sufrimiento que tus dedos han encontrado en esta exploración tan simple y respetuosa. Sigue pasando los dedos por el coxis, cógelo y muévelo hacia los lados para desengancharlo y liberarlo de sus ligaduras que le roban libertad. Finalmente coloca la yema del dedo corazón justo en la punta del coxis, fíjala allí y efectúa con el dedo unos cuantos movimientos en forma de varias vibraciones seguidas. Descansa y suspira de nuevo.

Quédate quieta y observa las reacciones y sensaciones corporales. No pienses, solo observa. Levántate despacio, camina un poco y échate de nuevo pero esta vez del lado izquierdo, para repetir toda la secuencia. Fíjate lo distinto que es el coxis tocado por un lado o por el otro. Es algo importante a tener en cuenta. Goza del placer de tener el coxis bien afinado y disfruta de la nueva melodía que acabas de componer en y para tu vida. Pruébalo y ya me contarás.

Información:

Silvia Pallerola Morera
Terapeuta, Coach y Educadora Corporal en Microgimnasia
www.silviapallerola.com
www.sistema-arc.com
@spallerola
Inspirado en el libro de Toni Munné «El amanecer del cuerpo»

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